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miércoles, 4 de mayo de 2016

Taquicardia

Mi pecho es un reloj adelantado,
un bullicio de agujas,
un seísmo en el núcleo de la sangre.

Lo noto en la garganta y en las piernas,
arrasando la voz y los caminos,
frenético e hiriente,
matándome deprisa sin matarme.

Mi pecho es un soldado en plena guerra,
el latido infinito de la prisa,
una estampida dentro de una jaula.

Me quema como un músculo de fuego,
devora los minutos a mordiscos
y acumula en su centro el ruido de un enjambre.

Mi pecho es un disparo que no acaba.                       

Que se atrasen las horas, que se curven las puntas,
que se aplaque la tierra.

Que se rinda el ejército, que el apremio se calme,
que se abra el candado.

Silencio.

Cesó la taquicardia.

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